La cocina es el "Arte Fundamental de la Vida", tal como lo dice en el libro del mismo
nombre, Bernardette Kikushi, maestra de cocina natural.
En algunos monasterios a la persona encargada de la cocina es a la que se la cuida
sobremanera puesto que de ella depende la salud del resto de las personas que allí
habitan.
La persona que tiene la cocina a su cargo, es en parte responsable de la salud física y psicológica de sus comensales. Existen varias filmes que dan muestra de ello: "Como agua para chocolate", "El Banquete de Babette", “Cristian en busca del amor'', “Comer, Vivir, Amar”, “Big Night”.
En ellos se puede ver el poder de transformación que se produce a través de una buena
comida. Estas películas nos muestran que si hay una actitud de entrega y de amor en el acto de cocinar esto actúa directamente en quien ingiera lo preparado; también si hay tristeza, mal humor, desencanto, esto mismo también actúa en quienes prueban esa
comida. Digamos, entonces, que se requiere una cuota de dedicación y cariño por lo que se hace, para que los demás puedan recibirlo, pero esto no es suficiente, además es necesario tener un criterio de salud, saber qué alimentos son buenos y cuáles no, estar atento a la problemática de los comensales y ayudar a cada uno a equilibrarse a partir de la comida que se prepara.
La responsabilidad de cocinar es grande, sólo hace falta un gran interés por uno mismo y por los que a uno lo rodean. Es sabido que ante un mismo plato, existen muchas formas de prepararlo, de acuerdo a quién es el que cocina. De la misma receta para hacer el pan, con los mismos ingredientes y el mismo tiempo de cocción a dos personas les sale un pan completamente distinto, porque en el hacer está involucrada la energía que cada uno le transmite, en este caso a la masa del pan.
Pienso que la tarea de cocinar va más allá de si a uno le gusta o no la cocina; es como decir me gusta o no bañarme. Cuando éramos chicos no nos gustaba bañarnos, después, cuando fuimos creciendo nos dimos cuenta que no era una cuestión de gustos, sino que era necesario hacerlo y finalmente llegó a gustarnos verdaderamente.
Con la cocina pasa lo mismo, cuando vamos madurando nos damos cuenta de su
incalculable valor y vamos percibiendo la diferencia de hacerlo uno a que lo haga alguien a quien pagamos por ello.
Recuerdo haber escuchado decir a Míshio Kushi, un maestro japonés, dedicado a la
nutrición, que la degeneración de la familia fue paralela al crecimiento de los lugares donde se vende comida "fast food" y que la personalidad de los miembros de una familia se iba asimilando a la de los cocineros que producen este tipo de comida.
visto en:Boletines de salud Spa las Dalias
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