El primer paso a la felicidad es la autenticidad. La autenticidad es una genuina identidad, es una identidad única, original, es la identidad que nos hace íntegros… La vida es creativa cuando es única. La vida es arte, se goza, se inventa a cada momento. Cuando eres único vives la magia del amor. El amor no se gasta, no es repetitivo, el amor no se fatiga, el amor no es rutina, ni condición… Es una fuerza magnética, atractiva que te renueva a cada instante.
Cuando te puedes renovar a cada instante eres único y entonces eres una obra de arte del Creador. Cuando eres único o única te das cuenta de que eres importante, porque eres irrepetible, porque no tienes competencia posibles, porque te sales del mundo absurdo de la competitividad, porque puedes compartir, te puedes dar y entregar sin temor a perderte y en cada dar te vas a renovar, te vas a completar y además vas a completar al otro con tus ojos, con tu abrazo, con tu palabra, con tu silencio, con tu compañía, con tu presencia… Así puedes disfrutar la vida. Primera clave para la felicidad: sé como tú; no como nadie más, único, irrepetible y original.
Da tu propia nota en la sinfonía de la creación, esa nota que es necesaria. No hay dos seres humanos como tú. El Creador te necesita y tú eres una faceta única del Creador. El Creador habita en la diversidad del mundo, su unidad está hecha de diversidad. Cuando tú no pretendes ser como nadie más que como tú, entonces descubres esa corriente hermosa del Creador dentro de ti, y entras en el mundo maravilloso de tu tierra, de tu solidez, el mundo de tu raíz, de tu savia… Cuando tú no pretendes ser como nadie entras en el lugar desde el que puedes nacer. Si no tienes ese útero que te está pariendo, que es tu propia identidad, si no te aceptas, si no te amas, si no te afirmas nada podrás encontrar. Autoafírmate que tú eres ese potencial único en el que el Creador está esperando revelarse.
Autoafírmate para que me completes, para que completes el universo, para que completes como padre al hijo y como hijo a la madre y como hermano a la humanidad. Esa es la autoafirmación.
Ello no sería posible si no te hubieras perdonado. Lo más duro en el momento de la muerte es la culpa, no es el cáncer, no es el dolor. Lo más doloroso es el miedo al más allá, el infierno de esa falsa creencia de que hay un Dios castigador, el temor oculto de que Dios no te puede perdonar, de que no te va a perdonar. Pero Dios es amor y donde hay amor no puede haber juicio. Si Él ya te perdonó, tú también te podrías perdonar. El juicio está dentro de ti, el infierno está dentro de ti y tú lo has construido.
Sin embargo podrías construir un primer paraíso y punto de partida. La pregunta es: ¿cuentas contigo, te aprecias, te valoras, te reconoces? Ese es el primer paso en el sendero de la felicidad. Es un paso hacia el interior. Encuéntrate contigo, en tu centro, en tu corazón. Respira profundo y siente la maravilla de la vida. El sol brilla para ti, los pájaros cantan para ti y el aire y de la magia de la mañana soplan para ti.
El universo celebra tu presencia cuando tú te presentas ante ti. Entonces descubres tu rostro, que no es otro que el del amor. Recuperas tu poder y entras en comunión.
Vives en alegría y levedad y ya no tienes el peso del cuerpo, de la culpa, del condicionamiento… Aceptas tus luces y tus sombreas. Te aceptas como un bello crepúsculo, una bella aurora. Descubres como descubría San Agustín sincerado ante el Cristo: “Muy tarde te amé, muy tarde. Estuve lejos de Ti, pero ahora me reconozco en Ti, porque Tú eres parte de mí y estás en mi interior”…
Perdimos el paraíso externo y nos fuimos por el sendero de la víctima hasta que por fin construimos una fe que ya no es externa, que se enraiza en el interior y comenzamos a confiar y confiamos en nosotros.
El punto de partida es la identidad. Sé como tú, único, original y creativo. Así vas a ser reconocido por todos, porque a todos nos vas a completar. Vas a entrar en ese universo maravilloso de sensibilidad a la necesidad. Vas a ser auténtico, vas a reconocer en ti lo esencial. Lo esencial es aquello que puedes dar, porque lo que no se da se pierde.
Vas a reconocer la nota clave de un corazón que nace y muere a cada instante. La muerte y el renacimiento del corazón es la sístole y la diástole, dura un solo segundo. En cada segundo el corazón se da entero. Si el corazón guardara una gota en cada segundo en una hora tendríamos insuficiencia cardiaca. Hermoso sería que nosotros pudiéramos atender esa ley del corazón y así en cada segundo, desde tu identidad entregar y fructificar sin medida. Ese fruto dulce de tu vida se hizo para dar.
Cuando ya tengas tu tierra y tu paraíso, multiplica tus semillas, porque así dándote se liberan y es dando como recibimos. Cuando nos damos descubrimos nuestra genuina identidad, nuestra tierra, nuestro paraíso. Cuando hay un yo aparece un tú. Entre el tú y el yo se genera un movimiento de resonancia, de comunicación coherente, de diálogo. Surge ahí una inteligencia que representa tu capacidad de adaptarte a la vida. No hay una inteligencia espiritual, separada de la inteligencia molecular. Es una inteligencia dinámica y adaptativa. Tu capacidad de adaptación a la vida.
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Espacios para la vida
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